martes, 5 de febrero de 2019

La merienda del circulito 3

LA MERIENDA DEL CIRCULITO
Acto Tercero: Un castillo en Moldavia.


ESCENA 1
El salón del trono. La Reina, el Archiduque, Gallo, un siervo de la gleba y Culdina. Un cigarro.

(La Reina está sentada en su trono, fumando. Entra el Archiduque y hace una reverencia)

REINA: Déjate de pantomimas y habla de una vez.

ARCHIDUQUE: Majestad, un joven extranjero ha llegado a palacio. Se hace llamar Gallo y se está descomponiendo.

REINA: Pues hazlo pasar.

(Entra Gallo)

GALLO: (Tosiendo) Cómo fuma la condenada. (A la reina) Alteza... (hace una reverencia)

REINA: (Al Archiduque) Es bien parecido. Dejadnos a solas.

(Sale el Archiduque)

REINA: ¿De dónde venís, mancebo?

GALLO: De tierras lejanas, majestad. De la otra parte del mundo.

REINA: ¿Y que os trae por este reino de rufianes, donde el oprobio y la perfidia son moneda corriente?

GALLO: Vine siguiendo el humo de vuestro regio cigarro. Os rendiré pleitesía, mi reina, ¡he de postrarme ante vos!

REINA: Arrastraos hasta aquí.

GALLO: (Se arrastra a los pies de la reina) ¡Soy vuestro perrito, dejad que os lama el borceguí!

REINA: No os contentéis con tan poca cosa.

(Entra el Archiduque)

ARCHIDUQUE: Disculpe su Majestad.

REINA: Vos siempre importunándome. ¿Qué pasa ahora, Archiduque?

ARCHIDUQUE: Un siervo de la gleba insiste en veros.

REINA: Esto se anima. Que pase también.

(Entra el siervo)

SIERVO: Majestad, vengo a implorar vuestra indulgencia. Lo hemos perdido todo, el pedrisco arruinó la cosecha. Nuestras familias pasan hambre... No tendremos con qué pagar tantos tributos y los hombres del Archiduque nos hostigan.

ARCHIDUQUE: No callarás...

REINA: Decidme, bello extranjero, ¿qué debo hacer?

GALLO: En primer lugar doblad los impuestos. Luego azotad a este siervo de la gleba. Sería divertido arrojar pez hirviente sobre las llagas que el látigo abra en su piel. Quemad después su casa y perseguid a su familia.

REINA: (Al Archiduque) Hacedlo tal como ha dicho. No le ahorréis ningún tormento.

SIERVO: ¡Piedad, favor!

ARCHIDUQUE: Venid conmigo, el verdugo os enseñará a quejaros. Hola Parafina.

(Salen el archiduque y el siervo. Entra Culdina que, al cruzarse con el siervo, le propina una patada)

SIERVO: ¡Ay!

REINA: (A Gallo) Vuestra forma de hablar me ha enardecido. Os nombro general de todos mis ejércitos.

GALLO: (Aparte) ¿Qué estoy viendo?, ¿acaso es ella? Pero, no es posible, debo estar hechizado. (A la reina) Decidme, ¿quién es esa dama?

REINA: Presto habéis perdido el interés por vuestra reina. Se trata de Parafina, la prometida del Archiduque. Acercaos Parafina, os presento al señor Gallo. Es un joven impetuoso.

CULDINA: Un placer.

GALLO: Me recordáis mucho a otra dama, una que me rompió el corazón, allá en mi patria.

CULDINA: Me alegro mucho.

GALLO: ¿Cómo decís?

CULDINA: Que os enseñaré el castillo, venid. (Se apartan de la reina. En voz baja) Soy yo, mendrugo.

GALLO: ¡Culdina!

CULDINA: Baja la voz. ¿Qué haces aquí?

GALLO: Estoy en misión secreta al servicio del Deán. Debo recuperar ciertos documentos de vital importancia que se hallan en este castillo. De momento la reina me ha nombrado general. Y a ti, ¿qué te trae por Moldavia?

CULDINA: Me aburrí de Alfonso, era un pésimo músico. Luego conocí al Archiduque, pero Gallo...

GALLO: Dime Culdina.

CULDINA: Aún os amo.

GALLO: ¿Es posible?

CULDINA: Venid a mi alcoba esta noche y os lo demostraré. El Archiduque estará en la guerra. Pásate a media noche.

GALLO: Allí estaré sin falta, mi amor.



ESCENA 2
La alcoba de Culdina. Culdina, Gallo, el Archiduque, dos guardias y la Reina. Un vestido, dos lanzas, un candil, un cigarro, una llave inglesa.

(Culdina está en su aposento. Llaman a la puerta)

CULDINA: ¿Quién va?

GALLO: Soy Gallo.

(Culdina abre la puerta y entra Gallo)

CULDINA: Llegas tarde, estaba impaciente.

GALLO: He tenido que despistar a la Reina. Puede ser muy insistente. Ahora me estará buscando.

CULDINA: Pues no ha de encontrarte, ¡tómame en tus brazos!

GALLO: ¡Sea! (Toma en sus brazos a Culdina) ¿Me amas, cordera?

CULDINA: Siempre os quise bien. El Deán, con sus malas artes, me forzó a terminar lo nuestro, sabiendo que de ese modo aceptarías su encargo.

GALLO: El muy ladino...

CULDINA: Eso ya no importa, estamos juntos de nuevo y nada ha de interponerse entre nosotros.

(Llaman a la puerta)

GALLO: ¡Pardiez!

CULDINA: ¿Quién llama?

ARCHIDUQUE: Soy tu Archiduque.

CULDINA: ¿No estabais haciendo la guerra, querido?

ARCHIDUQUE: He estado en el frente, es un sitio peligroso y muy húmedo. Prefiero estar con vos, los soldados son muy rudos. Abridme.

CULDINA: (A Gallo) Si el Archiduque te sorprende conmigo estás perdido. Rápido, ponte ese vestido mío, en la oscuridad te confundirá con una de mis doncellas.

(Gallo comienza a ponerse el vestido, y vuelve a sonar la puerta)

ARCHIDUQUE: ¡Abre, te digo!

CULDINA: ¡Voy, mi amor, me estoy vistiendo! (A Gallo) Apúrate.

GALLO: Listo.

(Culdina abre la puerta y entra el Archiduque)

ARCHIDUQUE: Ah, veo que no estás sola.

CULDINA: Es Brunilda, mi doncella.

ARCHIDUQUE: No es manca esta Brunilda. Cosa fina. Os tomaré a las dos.

(Se aproxima a Gallo quitándose el cinto)

GALLO: ¡Alto ahí, archiduque!

ARCHIDUQUE: ¡El joven extranjero! ¡A mí la guardia! (Entran dos guardias armados con lanzas) Prendedlo.

(Los guardias prenden a Gallo. Entra la Reina en camisón, con un candil y fumando)

REINA: ¿A que viene todo ese ruido? ¡Pero Gallo!

ARCHIDUQUE: Lo encontré con mi prometida.

REINA: ¿Y bien, Parafina?

CULDINA: Vino disfrazado, alteza, lo confundí con mi doncella. Con ese ardid pretendía penetrar en mi alcoba y atropellar mi virtud. De no ser por el Archiduque habría conseguido sus turbios propósitos.

REINA: Eres un rufián consumado, ¿qué tiene de malo mi lecho?, dime.

CULDINA: Es un espía del Deán, majestad. Me lo ha confesado.

ARCHIDUQUE: ¡Traición, apostasía!

REINA: Calle de una vez Archiduque. Parafina, esa acusación es muy grave, ¿puede demostrarla?

CULDINA: Claro que puedo, regístrenlo.

(Los guardas registran a Gallo y extraen de su vestido una llave inglesa)

REINA: ¡Cuadraditos, circulitos y triangulitos! Pretendía vender nuestros secretos al enemigo, al pérfido Deán. Qué villanía, ¡al calabozo con él! (A Gallo) Pudiendo elegir el trono, has preferido las mazmorras. No volverás a ver la luz del día.

(Los guardias se llevan a Gallo, y Culdina le propina una patada)

GALLO: ¡Piedad, favor!



ESCENA 3
Las mazmorras. El verdugo, dos guardias, Gallo y Papá. Dos lanzas y unas cadenas.

(El verdugo está en las mazmorras. Entran los guardias conduciendo a Gallo que sigue vestido de mujer)

GALLO: Hola, señor verdugo.

VERDUGO: No puedo creer mi suerte. (Acaricia el pelo a Gallo)  ¿Te suena de algo la palabra sodomía?

GALLO: No mucho.

VERDUGO: Ahora te explico el concepto, pero antes me pondré guapo. Tenemos todo el tiempo del mundo. ¡Encadenadlo!

(Sale el verdugo. Los guardias encadenan a Gallo y luego salen. La celda queda a oscuras y aparece Papá)

PAPÁ: Hola Gallo.

GALLO: Hola padre.

PAPÁ: Las cosas no han salido como tu esperabas, ¿verdad?

GALLO: Así es padre, todo me ha salido mal. A decir verdad, su consejo de venir a Moldavia tampoco ayudó mucho.

PAPÁ: Lo siento, Gallo, como espectro soy un fracaso. Igual que cuando vivía.

GALLO: No tiene importancia, siempre ha sido un buen padre.

PAPÁ: Gracias, Gallo.

GALLO: ¿Qué será de Culdina sin mí?

PAPÁ: Me parece que sola se las apaña muy bien. Se las ingenió para burlaros a todos. Ella fue quien robó al Deán y también al Archiduque. Mejor preocúpate por ese verdugo. Aquí viene, he de marcharme. (Hace una pausa) Esta es la última vez, Gallo, no volveremos a vernos.

GALLO: Papá.

PAPÁ: ¿Si?

GALLO: Te echaré de menos.

PAPÁ: Yo también, hijo.

(Se funden en un abrazo y cae el telón)

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