martes, 30 de abril de 2019

Consejos para fracasar con su blog


En ocasiones, conseguir un rotundo fracaso puede resultar más difícil de lo que esperamos. Cuando nos enfrentamos con una tarea tan complicada nunca viene mal un poco de ayuda. Estos consejos pueden resultar de utilidad para todos aquellos que quieran convertir su blog en todo un fracaso. A mí me han funcionado:

1. No se especialice en nada. Los blogs especializados en algún tema concreto suelen tener más éxito. Lo ideal es dedicar un artículo a la política, otro a la programación y el siguiente a los fandangos para desorientar a los potenciales lectores.

2. Sea muy árido. Algo que siempre funciona es publicar textos muy largos sin imágenes, vídeos, enlaces ni otros aderezos. También suelen resultar desalentadores para el lector algunos recursos retóricos como las digresiones, las elipsis o la profusión de frases subordinadas y prolijas.

3. Prescinda de las redes sociales. Promocionar el blog a través de estas herramientas es peligroso, puede conducir al éxito. Lo ideal es no estar registrado en Twitter, Facebook ni Instagram para evitar tentaciones.

4. Periódicamente, sondee los medios de comunicación para detectar los temas más populares. Esto le permitirá evitar las tendencias que susciten más interés. Seguir los blogs de moda también puede resultar útil para no repetir los errores que les condujeron al éxito. En mi caso, siempre apuesto sobre seguro, eligiendo temas soporíferos e indigestos como la libertad, el teatro, la melancolía o el fracaso.

5. Narre con profusión de detalles los más insípidos episodios de su infancia. Si este tipo de relatos nos resultan aburridos a nosotros mismos, imagínese a los demás.

6. Apueste por la contradicción. Elaborar un discurso claro y coherente puede contribuir a que sus artículos sean entendidos y compartidos. Por ejemplo, realice una larga exposición sobre los efectos catastróficos del automóvil y, a continuación, declárese un apasionado de los coches.

7. Siempre que tenga ocasión, introduzca en sus textos aceradas críticas a las nuevas tecnologías, internet y las redes sociales. Manifieste su melancólica inclinación por tecnologías obsoletas como el teletexto. Proyectar una imagen de anacrónico reaccionario puede desalentar a sus seguidores más pertinaces.

8. Siembre el caos y cultive la entropía. De vez en cuando introduzca elementos absurdos como un poema dedicado a un helado o el código fuente de un programa informático. Elabore imágenes extrañas y promueva la escatología.

9. Utilice un tono impersonal en sus textos. Nunca se dirija a los potenciales lectores y evite, en lo posible, el empleo de la segunda persona. No fomente la aparición de comentarios. Establecer con los usuarios una relación de complicidad puede conducir a conceptos tan desagradables como la fidelización.

10. Elija con cuidado los títulos de sus entradas. Utilice títulos poco atractivos y vagamente descriptivos. Si los usuarios detectan algún atisbo de interés o beneficio en el título es posible que lleguen a leer la entrada. Pocas personas se animarían a leer algo titulado “Tributo a la lealtad del poto”, “Los niños solipsistas" o “Ideología y Estado”.

11. Persevere. Muchos creadores de blogs desisten cuando se dan cuenta de que están predicando en el desierto. El fracaso debe ser una motivación para seguir adelante.

12. Elabore una lista de consejos para que otros blogueros sigan su ejemplo.

martes, 16 de abril de 2019

Díptico apocalíptico

Aún conservo la hoja de papel que me regaló, hace unos años, un niño bastante enigmático. En cada cara de la hoja hay un dibujo. Se trata de un curioso díptico, una especie de novela gráfica compuesta por dos únicas viñetas.


En la primera, un intrépido esquiador, ataviado con gorro y bufanda, se desliza por la pendiente de una ladera nevada que resulta ser la frente de un extraño personaje. Al pie de la montaña un simpático muñeco de nieve dirige al esquiador mensajes de aliento: "¡Viva, venga!", "¡Tú puedes!". El observador atento entenderá que se trata de algún tipo de competición, pues a lo lejos se vislumbra la pancarta de meta.


Al girar la hoja de papel y contemplar el segundo dibujo, nos enfrentamos a un desenlace inesperado. Aunque pueden ser varias las interpretaciones, la mayoría de las personas que han contemplado la escena comparten una visión similar de los acontecimientos representados. Al continuar con su trayectoria descendente, el esquiador ha sido atrapado por el muñeco de nieve que, a pesar de sus palabras anteriores, ha resultado ser un personaje bastante siniestro. El esquiador, aterrado, apela a su progenitora ("¡Mamá, mamá!") y profiere lamentos plañideros ("¡Bua, bua, bua!").

No obstante, quedan algunos interrongantes sin una respuesta clara: ¿por qué la montaña nevada cierra los ojos y saca la lengua?, ¿puede que su papel en el fatal desenlace no sea tan pasivo como parece?, ¿el esquiador llora porque está siendo agredido o porque siente miedo?, ¿es posible que el muñeco de nieve no sea un agresor sino la víctima de la imprudencia o la falta de pericia del esquiador?

Sólo el pequeño artista lo supo.

martes, 9 de abril de 2019

Fracaso sentimental estimado


De ésto hace ya mucho tiempo. Mis compañeros de trabajo querían organizar una fiesta y, finalmente, me habían convencido para que se celebrara en mi casa. Tras varias negativas por mi parte, uno de ellos había sabido pulsar la tecla adecuada: me aseguró que la chica que me gustaba, una de nuestras compañeras menos atractivas, acudiría a la fiesta. Debido a mi carácter algo misántropo, aquella noche me encontraba fuera de lugar. Los demás, incluso algunas personas que apenas conocía, parecían encajar mejor que yo en mi propio entorno. La escena me producía cierta extrañeza, como si dos realidades incompatibles comenzaran a mezclarse.

Pero, a pesar de todo, la chica había venido. Y quiso la fortuna que estuviera sentada precisamente en el extremo de un sofá junto a un mueble que albergaba, precisamente, cierta colección de biografías. Eso me puso más nervioso porque la chica poseía cierta cultura y parecía natural que se interesara por aquellos libros. Comenzó a revisar las estanterías, leyendo los nombres de los personajes históricos escritos en los lomos. La colección estaba integrada por 57 volúmenes, pero ella escogió uno y sólo uno, lo extrajo del mueble y entonces se me heló la sangre.

Todos tenemos algunos objetos malditos, algunos secretos inconfesables. Había cierta foto mía que no quería enseñar a nadie. Era el retrato de un idiota, el rostro impenetrable de un ser estupefacto, el mapa de la estulticia humana... y unos meses atrás, con la intención de confinarla en un lugar seguro donde no pudiera hacer daño a nadie, la escondí dentro de uno de aquellos libros, un volumen escogido aleatoriamente. Y me olvidé del asunto. Hasta que la última persona del mundo a la que le habría mostrado esa foto abrió aquel libro presisamente por cierta página y la encontró allí. El hallazgo fue celebrado con alborozo y la foto pasó de mano en mano provocando estupor e hilaridad entre los presentes, mientras yo me consumía en el altar de mi desesperación.

No recuerdo el título del libro. Lo más adecuado habría sido la biografía de algún personaje atormentado como el escritor checo Franz Kafka o, mejor aún, la del filósofo alemán Friedrich Nietzsche que, ironías del destino, según parece, murió de sífilis a pesar de ser virgen. Ambas biografías formaban parte de la colección.

En realidad, lo que más me atormentaba es que se trataba de un suceso altamente improbable, un acontecimiento extraño y remoto. En el salón en el que nos encontrábamos había otros libros y objetos que podrían haber captado la atención de la chica. Si se hubiera sentado en otra zona es posible que nunca se hubiera fijado en la colección de biografías. Aún así, dicha colección contenía 57 volúmenes, e incluso en el caso de tomar el volumen indicado podría no haberlo abierto por la página en la que se encontraba la fotografía. La probabilidad estimada del suceso podría calcularse así:

P = PC x PL x PF

Lo que significa que la probabilidad de que la chica encontrase la foto podría calcularse como la intersección de tres sucesos, es decir, el producto de sus probabilidades:

PC: la probabilidad de que se fijara en la colección de biografías.

PL: la probabilidad de que extrajera el libro en cuestión.

PF: la probabilidad de que abriera el libro por la página de la foto.

Si estimamos que: PC=1/7, PL=1/57 y PF=1/3, entonces la probabilidad estimada del hallazgo sería:

P = 1/7 x  1/57 x 1/3 = 0,0008

Es decir que, en teoría, habría sido necesario celebrar más de mil fiestas para que el fatídico incidente se hubiera producido en una sola ocasión.

En los últimos años, la frustración generalizada ante el fracaso sentimental y sexual ha conducido a algunos hombres a formar comunidades INCEL. Se trata de un fenómeno inquietante, surgido en foros de internet cuyos miembros dan rienda suelta a su resentimiento y culpan a las mujeres de todos sus problemas y de los males del mundo. Los INCEL, célibes involuntarios, son hombres que al ser rechazados repetidamente, se ven obligados a mantener largos periodos de abstinencia sexual y afectiva. La cosa suele degenerar en misoginia, fantasías violentas, amenazas y, en algunas ocasiones, en agresiones reales.

En mi opinión, la intolerancia a la frustración, un rasgo característico de nuestro tiempo, impide a muchas personas interpretar correctamente este tipo de situaciones. El fracaso sentimental, al igual que otros fracasos, puede convertirse en una experiencia inspiradora con un enorme potencial creativo. Ser rechazado por la persona amada, o abandonado por la pareja, ha inspirado a grandes artistas y pensadores. Las personas rechazadas no conviven con personas de carne y hueso sino con fantasmas y seres idealizados. El amor correspondido suele conducir a la distracción, la molicie sentimental y la autocomplacencia, mientras que el desamor alimenta el sentimiento trágico de la vida y la búsqueda de la trascendencia.

Pero tengo que reconocer que aquella noche fatídica, en aquel escenario improbable, ninguna de estas reflexiones me habría consolado demasiado.