«Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente.» ("1984", George Orwell)
«No puedo llevar un registro de mi vida por mis acciones; la fortuna las puso demasiado abajo: lo llevo por mis fantasías» ("Ensayos", Michel de Montaigne)
«Ayer, hoy, mañana: categorías para uso de criados. Para el ocioso suntuosamente instalado en el Desconsuelo, y al que todo instante aflige, pasado, presente y futuro no son más que apariencias variables del mismo mal, idéntico en su sustancia, inexorable en su insinuación y monótono en su persistencia. Y ese mal es coextensivo con el ser. Es el ser mismo.» ("Breviario de podredumbre", Emil Cioran)
«Expuestos a un continuo bombardeo publicitario, los individuos son persuadidos de "necesitar" más cosas. Para comprar lo que ahora necesitan, deben conseguir más dinero. Para ganarlo, trabajan más horas. Al estar fuera de casa tanto tiempo, compensan su ausencia con regalos que cuestan dinero. Y así se repite el ciclo.» ("La mercantilización de la vida íntima", Arlie Russell Hochschild)
«La vida no es más que una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a saberse de él: es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada.» ("Macbeth", William Shakespeare)
«Y cuando llegaba a ese punto y cuando parecía que ya nada tenía sentido, se tropezaba acaso con uno de esos perritos callejeros, hambriento y ansioso de cariño, con su pequeño destino, tan pequeño como su cuerpo y su pequeño corazón que valientemente resistirá hasta el final, defendiendo aquella vida chiquita y humilde como desde una fortaleza diminuta...» ("Sobre héroes y tumbas", Ernesto Sabato)
«LEANDRO: Gran ciudad ha de ser ésta, Crispín; en todo se advierte su señorío y riqueza.
CRISPÍN: Dos ciudades hay. ¡Quisiera el Cielo que en la mejor hayamos dado!
LEANDRO: ¿Dos ciudades dices, Crispín? Ya entiendo, antigua y nueva, una de cada parte del río.
CRISPÍN: ¿Qué importa el río, ni la vejez, ni la novedad? Digo dos ciudades como en toda ciudad del mundo: una para el que llega con dinero, y otra para el que llega como nosotros.» ("Los intereses creados", Jacinto Benavente)
«Los niños del tipo de Ada son capaces de crear las más puras filosofías. Van fue considerado digno de ser inciado en el pequeño sistema de sabiduría creado por Ada. Y en efecto lo fue, cuando apenas llevaba una semana en Ardis. Aquella filosofía presentaba la vida del ser humano como compuesta por cierto número de elementos, o "cosas", clasificadas y jerarquizadas: Las "cosas-verdaderas", poco frecuentes, y de un valor inestimable; las simples "cosas", que formaban el tejido rutinario de la vida; y las "cosas-fantasmas", también llamadas "nieblas", como la fiebre, el dolor de muelas, las horribles decepciones, la muerte. Si tres o cuatro "cosas" acontecían simultáneamente, formaban una "torre", y, si se sucedían de manera inmediata, constituían un "puente". Las "torres verdaderas" y los "puentes verdaderos" integraban la sustancia gozosa de la vida, y cuando las torres se presentaban en serie uno llegaba a experimentar el éxtasis supremo; pero esto no sucedía casi nunca. En determinadas circunstancias, y a una cierta luz, una simple "cosa" podía parecer, e incluso llegar a ser, una "cosa-verdadera". Y también, al contrario, podía coagularse en "niebla" fétida. Cuando la alegría y la ausencia de alegría formaban una mezcla (bien simultáneamente , bien escalonada en la pendiente de duración), el resultado era una "torre en ruinas" o un "puente roto".» ("Ada o el ardor", Vladimir Nabokov)
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