miércoles, 8 de agosto de 2018

El club

Lo reconozco, he comenzado a ver torneos de dardos en la tele. Se trata de un curioso deporte que, para mi sorpresa, despierta grandes pasiones. Los recintos que albergan los torneos están siempre abarrotados de aficionados entregados a la causa. Muchos acuden disfrazados con estrafalarios atuendos, abundan los carteles con mensajes divertidos, la gente canta, bebe, se ríe y disfruta animando a los ídolos locales tanto como a los foráneos. No se escuchan insultos ni abucheos, se respira un ambiente festivo muy alejado de la crispación habitual de otros eventos deportivos.

Al principio no encontraba una explicación para todas estas singularidades. Pero después de varias noches viendo torneos empecé a comprender. Todos los lanzadores de dardos que vi estaban gordos, la mayoría eran calvos, muchos llevaban gafas y superaban los cuarenta e incluso los cincuenta años. El público puede identificarse fácilmente con estos héroes de carne y hueso (más lo primero que lo segundo), con estos "cuñados" del deporte tan ajenos a los ideales físicos del atleta. Es una fiesta de la imperfección, una ceremonia de la normalidad, donde nadie se siente excluido.

La sociedad en la que vivimos está llena de divisiones y fracturas. Es un mundo de ricos y pobres, de cultos e ignorantes, de progresistas y conservadores, pero sobre todo es una mundo de guapos y feos. El día que naces eres asignado a uno de los grupos estéticos y toda tu vida se ve condicionada por ello. Algunas personas humildes pueden llegar a ser ricas, los ignorantes tienen la posibilidad de cultivarse, pero con la belleza la cosa es distinta.

El mundo de los guapos es un club exclusivo que se reserva el derecho de admisión y vigila con gran celo sus puertas para evitar la entrada de intrusos o advenedizos. Recientemente en España hemos vivido un escándalo político que acabó con la dimisión de la presidenta de una importante institución mesetaria. Fue acusada de incluir en su currículo un título académico obtenido de forma irregular. Ella lo negó todo y se resistió a abandonar su cargo. Curiosamente, en mitad del escándalo se filtraron unas fotos de la presidenta anteriores a su irrupción en el primer plano de la escena pública. Mostraban a una mujer poco agraciada que nada tenía que ver con su depurada imagen actual.

Esta mujer fue expulsada de la vida pública por falsear su currículum académico, pero también por amañar su historial estético. En otras palabras: no le perdonaron que intentara colarse en el exclusivo club de los guapos. De hecho, lo que finalmente provocó su caída fue la filtración de un vídeo de seguridad de un supermercado en el que aparecía vaciando su bolso junto a un vigilante. Supuestamente había sido sorprendida robando dos cremas de belleza.

Esto no es exclusivo de la política, el mundo del cine también es una sucursal del club. Cuando hay que elegir a un actor para interpretar a un personaje feo, siempre es preferible transformar a un actor guapo con pelucas, gafas, prótesis o maquillaje antes que seleccionar a un actor feo de verdad. O hacer engordar a un actor delgado antes que elegir a uno gordo. Por ejemplo: Charlize Theron en la película “Monster” o Nicole Kidman en “Las horas”. Ambas consiguieron el Óscar a la mejor actriz por estos papeles: los feos que se hacen pasar por guapos son castigados, los guapos que se disfrazan de feos son premiados.

Los medios de comunicación también han contribuido decisivamente al desprestigio social de los feos. Las bromas y los comentarios jocosos sobre ciertos grupos minoritarios han sido excluidos de los medios como una forma inadmisible de discriminación. En cambio, el humor sobre la fealdad, en todas sus variantes (los bajos, los gordos, los calvos, los narigudos...), es consentido y celebrado incluso en los foros más progresistas.

Observar el mundo bajo la lente de la dualidad guapo-feo nos ayuda a comprender mejor la sociedad en la que vivimos. Los integrantes de cada estamento estético deben limitarse a relacionarse con sus iguales. Como si se tratara de Montescos y Capuletos, las relaciones entre miembros de distintos grupos están prohibidas.

Con la intención de transgredir estos límites, los hombres feos han ideado todo tipo de estrategias y artefactos sociales. Muchas doctrinas, estructuras y organizaciones han sido concebidas para que algunos hombres feos pudieran tener acceso carnal a mujeres hermosas fuera de su alcance. Las sectas, los partidos políticos, las instituciones académicas o las corrientes culturales pueden llegar a convertirse en instrumentos al servicio de estos fines.

Supongo que el movimiento hippie tuvo sus cosas buenas, podemos verlo como una inyección de color e idealismo en una sociedad bastante gris. Pero este movimiento también puede ser entendido como una gran mascarada, orquestada por un conjunto de feos melenudos que inventaron el amor libre para seducir a hermosas e ingenuas damiselas.

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