jueves, 23 de agosto de 2018

Mantamán y Edredonboy


Si no hace mucho calor, el héroe se mantiene confinado en sus cuarteles de invierno. Permanece a la espera en su "fortaleza de la soledad", reflexionando sobre el carácter efímero de la vida y consultando los partes meteorológicos.

Pero, finalmente, los rigores de la canícula alcanzan nuestro hemisferio y las tórridas noches de agosto elevan el mercurio por encima de los treinta grados. Ha llegado el momento. Una misteriosa figura enmascarada irrumpe en la ciudad: un sudoroso morador de las tinieblas, maestro consumado del calor y el sigilo, que recorre las calles envuelto en una manta.

Mantamán conoce bien los peligros que amenazan la seguridad de las noches estivales. El calor y el sueño hacen que la gente se confíe: algunos insensatos desafían al destino durmiendo sin calcetines, los más temerarios renuncian a las mantas e incluso al pijama de franela. Estos comportamientos imprudentes pueden tener serias consecuencias: resfriados, peligrosos enfriamientos, pulmonías y, en los casos más graves, neumonías e hipotermias. Pero no hay de qué preocuparse, podemos dormir tranquilos porque Mantamán ha llegado a la ciudad.

El poder de nuestro héroe reside en su espesa manta zamorana, tejida con lana pura de ovejas churras mutantes. Cuando sus sentidos térmicos detectan algún imprudente que duerme desprotegido, Mantamán penetra silenciosamente en su alcoba y lo arropa sin piedad con su manta abrasadora.

Si tienes que enfrentarte a enemigos tan letales como el estornudo o la carraspera, es mejor contar con algunos aliados. El joven discípulo de Mantamán, Edredonboy, acompaña a nuestro héroe en algunas rondas nocturnas, sumando el poder nórdico de su edredón al potencial calorífico de la manta.

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