miércoles, 23 de enero de 2019

Tributo a la lealtad del poto


El Epipremnum Aureum, más conocido como potus o poto, es una especie vegetal, una planta trepadora procedente del sudeste asiático. Un día, hace muchos años, mi madre se presentó en casa con una maceta. Era un joven y tímido espécimen de poto que se instaló discretamente junto a una ventana. Otras especies más vistosas e interactivas habitaban la casa por entonces y captaban mi atención: hamsters, gatos, perros e incluso seres humanos. Con el tiempo todos acabaron marchándose de un modo u otro, pero el poto se quedó conmigo y empecé a apreciar su compañía.

Es un amigo que sabe escuchar, sus silencios están cargados de comprensión e indulgencia. Soporta mis disertaciones, soliloquios y extravíos dialécticos sin cuestionar mis sofismas. Él conoce mis pequeñas miserias y mis grandes fracasos, ha presenciado mis episodios más patéticos pero, siempre discreto en su maceta, evita formular juicios de valor.

Mi poto es una planta ascética, un organismo austero que apenas necesita agua, luz o alimento. Tiene cierta tendencia al ayuno, la meditación y el recogimiento, un marcado desinterés por los bienes materiales y los placeres sensuales. Quizás la especie desarrolló cierto gusto por la filosofía oriental allá en sus junglas natales o, tal vez, su naturaleza asexual (se reproduce por esquejes) lo predisponen a la abstinencia sensorial.

Es un sentimental y a la vez un racionalista: sus hojas tienen forma de corazón pero sus ramas se dirigen hacia la luz. Posee cierta conciencia medioambiental: se ha demostrado que los potos depuran el aire que les rodea al capturar sustancias tóxicas como el formaldehído, el xileno y el benceno. Algo de agradecer cuando vives junto a una gran arteria urbana.

Yo no soy el Padre Mundina, a menudo se me olvida regarlo, hace muchos años que no lo abono y nunca le canto jotas (algo fundamental para el correcto desarrollo y el bienestar vegetal). Pero nada parece afectarle, aguanta todas las privaciones con gran estoicismo, sin una queja ni un reproche. Éste es un pequeño tributo a la discreta lealtad del poto, mi compañero perenne, el amigo que no me dejó plantado.

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