jueves, 3 de enero de 2019

Ideología y Estado


Cada ideología política aborda la idea de estado desde su particular punto de vista. Algunas proponen estados omnipotentes o totalitarios, otras apuestan por estados raquíticos a los que asignan el papel de meros árbitros económicos, mientras que ciertos movimientos políticos se proponen destruir toda forma de estado.

El marxismo pretendía acabar con el capitalismo mediante una revolución social tras la que el estado adoptaría la forma de una dictadura del proletariado. Durante este proceso, la propiedad privada sería abolida y el estado burgués se convertiría en estado obrero, asumiendo el control de todos los medios de producción. El aparato estatal, liderado por el partido comunista, acumularía todo el poder político, social y económico.

En realidad, el marxismo consideraba esta forma de gobierno, la dictadura del proletariado, como una etapa transitoria previa a la verdadera sociedad comunista. En la "fase superior" del comunismo, la superación de la sociedad burguesa dividida en clases y el aumento de la capacidad productiva permitiría a los trabajadores asumir todo el poder. Los obreros podrían trabajar cuando y donde quisieran, no sería necesaria la especialización ni la división del trabajo. Ya no existiría el dinero, y cada persona podría disponer de tantos bienes de consumo como deseara. En esta fase se contemplaba la disolución del estado, que ya no sería necesario porque los obreros asumirían colectivamente el control de los medios de producción.

Los estados comunistas reales nunca superaron la primera etapa totalitaria del programa marxista. La fase final, que los marxistas consideraban el verdadero comunismo, quedó reducida a una mera utopía.

La socialdemocracia es una ideología política que acepta el sistema capitalista pero intenta reducir las desigualdades que genera mediante el desarrollo de servicios sociales, la redistribución de ingresos y la regulación de la economía. Este tipo de gobierno democrático, característico de los países del norte de Europa, combina la economía de mercado con la economía planificada. La administración del obeso estado socialdemócrata requiere grandes recursos económicos y humanos, lo que implica impuestos elevados.

Los fundadores de la socialdemocracia procedían de los movimientos obreros y, aunque compartían los objetivos del marxismo, comenzaron a discrepar en los medios para alcanzarlos. En este aspecto fueron influidos por las ideas de los fabianos británicos. La Sociedad Fabiana rechazaba la revolucion marxista apostando por una vía democrática y reformista.

Según Bernard Shaw, dramaturgo, crítico, polemista, reformador de la lengua inglesa y celebré fabiano irlandés, el socialismo se alcanzaría gracias a "la extensión gradual del sufragio y la transferencia de rentas e intereses al estado, no de golpe, sino poco a poco". Lo cierto es que Shaw era más bien voluble y propenso a mantener ideas contradictorias. Al final de su carrera abandonó el gradualismo fabiano y acabó elogiando a dictadores de todas las tendencias como Mussolini o Stalin.

El liberalismo clásico fue una corriente ideológica que surgió en el siglo XVII. Se oponía al poder absoluto del estado y defendía las libertades civiles de los individuos así como la libertad de mercado. Sus pensadores más destacados fueron John Locke y Montesquieu. A pesar de todo, consideraban que el estado era necesario para defender las libertades individuales y garantizar la libre competencia en la economía.

Los minarquistas llevaron más allá los ideales libertarios al considerar que el papel del estado debería reducirse a su mínima expresión. Para conseguir una sociedad realmente libre, el estado minarquista limitaría su actividad a las funciones de seguridad y justicia, no existirían servicios sociales, subsidios ni ayudas.

Los anarcocapitalistas creen en el liberalismo económico radical. Para ellos el estado es un agente coercitivo, monopolista y liberticida que no debería existir, por lo que todas sus funciones, la justicia, la defensa, la educación o la sanidad, deberían ser asumidas por empresas privadas en libre competencia. Algunos anarcocapitalistas han adoptado el panarquismo. Paul Émile de Puydt, un economista belga, introdujo el concepto de panarquía en 1860. Según esta filosofía política todo individuo tendría derecho a elegir entre varios gobiernos o jurisdicciones que competirían en un mismo territorio. Estos gobiernos voluntarios o multigobiernos serían empresas privadas que ofrecerían a sus "clientes" los mismos servicios que un estado.

En el año 2014, el escritor y creador de cómics, Zach Weinersmith, publicó un libro llamado "Polystate: a thought experiment in distributed goverment". Weinersmith plantea que en un futuro próximo el desarrollo de las tecnologías de la información, la inteligencia artificial y el culto a la libertad de elección permitirán la irrupción del poliestado. El libro describe un poliestado compuesto por múltiples "antropoestados", que desplazarán a los "geoestados" actuales. Los ciudadanos podrán elegir libremente el antropoestado que mejor se adapte a sus ideas y principios. Se trata de una especie de actualización tecnológica de los ideales panarquistas.

La realización de este tipo de sociedades retrofuturistas plantea todo una serie de circunstancias anómalas y colisiones de intereses. Por ejemplo, los conflictos entre miembros de distintos antropoestados o jurisdicciones privadas. Los panarquistas plantean como solución la existencia de una especie de derecho internacional que sería aplicado por agencias de arbitraje privadas. Lo cual abre nuevos interrogantes: ¿qué pasaría si los gobiernos implicados han contratado a distintas agencias de arbitraje?, ¿y si surgen conflictos de intereses entre dos agencias de arbitraje?...

Para algunas personas el concepto de libertad resulta un tanto aterrador. Aumentar las posibilidades de elección equivale para nosotros a crear nuevas opciones de error y formas de sufrimiento. Aquellos que tenemos tendencia a tomar malas decisiones probablemente acabaríamos en el antropoestado equivocado. El padre del panarquismo, De Puydt, aseguró que la competencia gubernamental permitiría "tantos gobiernos como se han inventado o se inventarán", por lo que no cabría descartar que algunos de ellos se convirtieran en dictaduras. Dado que ningún gobierno estaría sometido a otros de rango superior, nadie podría evitarlo.

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