martes, 14 de mayo de 2019

El móvil cochambre


Mi propuesta es muy sencilla. Y además muy cochambrosa. Creo que los teléfonos móviles, también llamados celulares, deberían incorporar pantallas de tinta electrónica. Es el tipo de pantalla que podemos encontrar en los libros electrónicos. Cualquier persona que haya utilizado uno de estos artefactos podría pensar que emplear una tecnología tan limitada en un teléfono inteligente supondría dar varios pasos en la dirección incorrecta, es decir, hacia atrás. Pero creo que en este caso, cuando nos acercamos al abismo, hacia atrás es la única dirección sensata. ¿Por qué debería tener un teléfono móvil una pantalla de tinta electrónica?

- Porque, a diferencia de las pantallas LED, las pantallas de tinta electrónica no están retroiluminadas. La exposición prolongada a la radiación emitida por las pantallas retroiluminadas es perjudicial para nuestros ojos. En especial cuando se trata de dispositivos como los teléfonos inteligentes y las tabletas electrónicas que utilizamos a corta distancia durante largos periodos.

- Porque las pantallas de tinta electrónica sólo consumen energía cuando cambian de imagen. Por ejemplo, un libro electrónico no consume energía mientras muestra un texto o una imagen, sólo cuando cambia de página. Éste es el motivo por el cual la batería de un dispositivo con tinta electrónica tarda mucho más en descargarse que uno equivalente con una pantalla LED. Teniendo en cuenta que el número total de teléfonos móviles en el planeta ha superado recientemente el número total de sus habitantes humanos, el cambio de pantalla supondría un ahorro gigantesco de energía pero, además, podría desencadenar un cambio de paradigma en el consumo de información.

Los smartphones actuales nos incitan a la interacción permanente. Al montar en bicicleta, si dejas de pedalear te caes. Del mismo modo, si la interacción cesa un momento la pantalla del móvil se apaga, interrumpiendo el suministro de estímulos y recompensas. No existe lugar para la pausa o la reflexión, las aplicaciones que utilizamos canalizan un flujo frenético de información que se actualiza continuamente, nada permanece por mucho tiempo en la pantalla. Estas corrientes de datos sólo transportan pequeñas unidades de información que son consumidas y olvidadas inmediatamente antes de ser reemplazadas. Las ideas son apenas apuntadas o esbozadas en forma de titulares e imágenes, no existe espacio ni tiempo para desarrollarlas.

Un teléfono que permitiera mostrar en pantalla un texto durante un tiempo indefinido (sin consumir batería y sin machacarte la vista) podría cambiar el paradigma asfixiante del consumo de información, facilitando la difusión y el análisis de conocimientos más extensos y complejos.

- Porque las pantallas de tinta electrónica no pueden reproducir imágenes en color ni vídeos (por ahora). Los colores empleados en muchas aplicaciones móviles son seleccionados con técnicas de neuromarketing para captar la atención y generar respuestas emocionales. Tristan Harris es un experto en estos temas que, tras abandonar Google, creó una organización dedicada a fomentar el uso responsable de la tecnología. Según Harris, limitar la gama de colores de un móvil a la escala de grises puede reducir significativamente la adicción a este tipo de dispositivos.

Estas limitaciones gráficas propiciarían la prevalencia del texto sobre la imagen en los nuevos móviles, favoreciendo el retorno al lenguaje simbólico en una sociedad dominada por el culto a la imagen. Los gráficos estáticos en escala de grises serían especialmente inapropiados para el uso de plataformas sociales basadas en la exposición intensiva de fotografías y vídeos personales, como Facebook, Instagram o Snapchat, o para la difusión y el consumo compulsivo de pornografía. En cambio permitirían ilustrar y enriquecer los textos con dibujos, esquemas y diagramas. En un mundo tecnológico en el que el diseño de interfaces atractivas se impone a la sencillez y el buen funcionamiento este tipo de involuciones estéticas podrían resultar providenciales.

- Porque permitirían reducir el consumo de papel. Porque las nuevas pantallas serían visibles a pleno sol. Porque si utilizamos artefactos más lentos, apacibles, ilustrados y humildes quizás acabemos pareciéndonos un poco a ellos. Pero, sobre todo, porque es una idea tan absurda, descabellada y cochambrosa que merece la pena tenerla en cuenta.

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